La primera lectura del libro de la sabiduría inicia con esta expresión, de por cierto muy certera y de gran actualidad. “Se dijeron los impíos razonando equivocadamente acechemos al justo, que nos resulta incómodo, se opone a nuestra acciones, nos echa en cara nuestros pecados, nos reprende nuestra educación errada.” El impío razona impiamente, el sabio razona sabiamente, el maldadoso razona maldadosamente, se supone que el profesional deberá razonar profesionalmente. La universidad enseña a razonar sensatamente, sabiamente y profesionalmente. Los invito entonces a razonar no viendo la graduación solo desde el mérito, sino también desde el don.
Uno de los grandes problemas del hombre contemporáneo, y por tanto malestar social, es el creer que todo no lo merecemos o pensar que los logros o éxitos los alcanzamos solo con nuestros propios esfuerzos. La pregunta que surge de esta lógica es esta: ¿Merecemos ser graduados? ¿La graduación es sólo fruto de nuestro esfuerzo? El industrial en muchas circunstancias cree que no debe nada a nadie y por tanto no tiene que agradecer, el estudiante en algunas ocasiones piensa que solo alcanzó su título con sus esfuerzos desconociendo a la institución y a los profesores. Es importante argumentar, que para desarrollar nuestras facultades espirituales: inteligencia y voluntad, necesitamos de los demás, ¿cómo voy a potencializar el lenguaje sin la ayuda de los demás?, ¿cómo voy a buscar lo bueno sin la cooperación de los demás? Sea entonces lo primero en este acto de graduación, agradecer la presencia de la familia, los compañeros, amigos, profesores por la formación recibida, sin ellos, “no merecemos ser graduados”. El no reconocer nada recibido nos vuelve autosuficientes, engreídos, además nos conduce al olvido de los demás y por ende al olvido de Dios.
Pasemos del mérito al don, incluso suena más elegante y ético decir, hoy recibo el don de la graduación, que decir tengo el mérito de graduarme, esto no son meras palabras, en el fondo subyace toda una antropología. Valga la pregunta ¿yo merezco la vida o al contrario la vida es un don recibido?. Yo merezco que me amen o al contrario el amor es para mí un don, no una obligación, yo merezco la fe o la fe es un don? El don es algo dado, a lo cual yo respondo, pero un don que me involucra e involucra a los demás, el don exige una respuesta. La graduación es un don y privilegio, no un mérito más.
Solo para que pensemos en el don. ¿Cuantos niños en Colombia tienen la oportunidad de ingresar a la primaria? ¿cuántos niños en Colombia país de la desigualdades tienen la posibilidad de terminar primaria?, ¿de ingresar al bachillerato?, ¿cuántos jóvenes en Colombia país de la desigualdades y supuestamente de las oportunidades tienen la posibilidad ingresar a una Universidad y más aún de graduarse?. Quizás por la falta de recursos económicos, la imposibilidad de un desplazamiento al campus universitario, o porque tienen que trabajar por la familia o no tienen las capacidades académicas. Hay que cambiar el paradigma de la graduación como mérito y privilegio a verla como un don. ¿No será que este don de graduarme en Colombia país de las desigualdades me hace aun más responsable de la lucha por un país más igualitario y con mayores oportunidades?
La formación humanista que ustedes han recibido en esta Universidad, busca que sus egresados hagan parte de la solución del problema y no de las desigualdades. En este país de las desigualdades el don de ser profesional se vuelve don para los demás.
Pero demos un paso más, la graduación es don. El don exige una respuesta a algo que se le está entregando. La Universidad hoy les entrega el título, los acredita como profesionales, pero ante este don ustedes deben ser responsables. ¿De qué vale tener un don, un reconocimiento si lo malogro? El don exige cuidado, hoy son ustedes profesionales, pero ¿cómo no cuidar la profesión y cómo cuidar la profesión?; la mejor manera de cuidarla es siendo éticos con la profesión. El don también manifiesta confianza, yo doy algo alguien porque confió en él, con el don me siento reconocido, agraciado. La Universidad Católica de Oriente confía en ustedes queridos profesionales, como personas de bien, como profesionales, como personas de Iglesia que ven que entre razón y fe no hay oposición, por eso los gradúa, los considera competentes. Ante el don aparece el desafío, ser profesional es un desafío, recibir un don es un desafío y el desafío está por delante, la sociedad espera, los desafía a ustedes a que sean buenos profesionales. Por último, recuerden siempre que el impío razona impíamente, mientras el sabio razona sabiamente, razonar desde el don de ser profesionales y no solo desde el merezco ser profesional.
Homilía pronunciada en la eucaristía de graduación en la Universidad Católica de Oriente. Septiembre 2010
Pero demos un paso más, la graduación es don. El don exige una respuesta a algo que se le está entregando. La Universidad hoy les entrega el título, los acredita como profesionales, pero ante este don ustedes deben ser responsables. ¿De qué vale tener un don, un reconocimiento si lo malogro? El don exige cuidado, hoy son ustedes profesionales, pero ¿cómo no cuidar la profesión y cómo cuidar la profesión?; la mejor manera de cuidarla es siendo éticos con la profesión. El don también manifiesta confianza, yo doy algo alguien porque confió en él, con el don me siento reconocido, agraciado. La Universidad Católica de Oriente confía en ustedes queridos profesionales, como personas de bien, como profesionales, como personas de Iglesia que ven que entre razón y fe no hay oposición, por eso los gradúa, los considera competentes. Ante el don aparece el desafío, ser profesional es un desafío, recibir un don es un desafío y el desafío está por delante, la sociedad espera, los desafía a ustedes a que sean buenos profesionales. Por último, recuerden siempre que el impío razona impíamente, mientras el sabio razona sabiamente, razonar desde el don de ser profesionales y no solo desde el merezco ser profesional.
Homilía pronunciada en la eucaristía de graduación en la Universidad Católica de Oriente. Septiembre 2010