viernes, 21 de febrero de 2014

HOMILÍA SÉPTIMO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO A

EN LA SANTIDAD SOBREABUNDA EL BIEN

                                                                                  Por José Raúl Ramírez Valencia 
Levítico 19,1-2.17-18
Primera Carta del Apóstol San Pablo a los Corintios 3,16-23.
San Mateo 5, 38-48

Indiscutiblemente el tema de la liturgia de hoy es la santidad. Pareciera ser que la santidad o al menos la palabra santidad, está devaluada y goza de muy poca publicidad, y en muchos escenarios sociales, es motivo de mofa y de poca atracción. En el mundo secular no se habla de santidad, sino más bien de perfección y de calidad de vida; el llamado a la santidad aparece más bien como algo obsoleto, poco atractivo, mojigatería, sumisión, enajenación y en no pocas mentalidades religiosas, como algo salido de tono o pasado de moda. Una de las causas por la cual la santidad está en desuso es la visión de una santidad enemiga de lo humano. Algunos creen que a mayor santidad menor humanidad, cuando la proporción es distinta: a mayor santidad mayor humanidad. Hoy hay que revindicar la vocación a la santidad como la máxima expresión de realización: la santidad no es enemiga, sino amiga de la persona humana en todas sus dimensiones. 
  

En el libro del levítico se lee: “Seréis santos, porque yo, el Señor vuestro Dios, soy santo. No odiarás de corazón a tu hermano. Reprenderás a tu pariente para que no cargues tú con su pecado”. En este texto se ve claramente la vinculación de la santidad con relación a los hermanos. El pasaje bíblico no habla de una santidad intimista, verticalista o evasiva del encuentro con los otros, más bien enfatiza tres acciones muy concretas que manifiestan y hacen palpable la santidad: "No odiarás de corazón a tu hermano, reprenderás a tú pariente para que no cargues tú con su pecado y amarás al prójimo como a ti mismo. ¿Por qué tengo que amar y corregir al hermano?; la respuesta está expresada en la segunda lectura del apóstol San Pablo al afirmar: “¿No sabéis que sois templos vivos de Dios y que el espíritu de Dios habita en vosotros?”. La santidad tiene su origen en el reconocimiento de la presencia del Dios santo en cada uno de nosotros y en cada persona. El santo reconoce la presencia de Dios en su ser y por eso sabe obrar como Dios obra: Amando, cuidando y corrigiendo. Es importante enfatizar que la santidad no prescinde de la corrección al hermano, no es alcahuetería, sino responsabilidad con el otro. El santo es quien camina con el otro hacia la santidad  porque capta la presencia y el proyecto de Dios cada ser humano. Para una sociedad que ha desacralizado a la persona hasta considerarla un objeto, aparece la santidad como alternativa de personalización y de humanización; el santo valora, reconoce, cree y cuida la dignidad de cada persona.  

En tiempos de Jesús la ley del talión era un riguroso instrumento jurídico de equilibrio que buscaba la reivindicación de los derechos lesionados. Hoy un buen grupo de personas cuando claman justicia lo que están implorando es venganza. Jesús propone un salto en la ley, manifestado en la sobra-abundancia, como expresión de santidad: “Si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra, al que quiere ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también la capa, a quién te requiera para caminar una milla, acompáñale dos”, y más adelante añade: “Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os aborrecen y rezad por los que os persiguen”. Esto es sobre-abundancia de bien, no hay desquite, solo las persona santas, habitadas por Dios, son capaces de asumir esta lógica de la sobre-abundancia, es decir, “vencen el mal con la fuerza del bien” Romanos 12,21.


El texto del evangelio termina con esta expresión: “Sed santos como vuestro padre celestial es santo.” ¿En qué consiste la santidad de Dios? No será en la sobre-abundancia de la gratuidad del bien, vencer el mal a fuerza de bien. Dios no ama no porque nosotros seamos buenos, sino porque Él es bueno… Hace salir el sol sobre buenos y malos y manda la lluvia a justos e injustos.

Corrección de estilo Jenny Castaño Arbeláez. 
yenialeza@gmail.com      

5 comentarios:

  1. Muy bien lograda la reflexion amigo, muy buenas herramientas para la homilia.

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  2. Vivimos en una sociedad que quiere, cambiar las palabras, para trivializar las realidades y desmentir las verdades.

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  3. Habría entonces que cambiar la mentalidad de algunos que llevan una supuesta vida espiritual desligada de lo humano

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  4. Gracias P. Raúl. Encuentro unas buenas pautas de reflexión personal y también para compartir con la comunidad. Dios le siga dando ese talento.

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  5. Todo esta dicho en 32 palabras: "Pareciera ser que la santidad o al menos la palabra santidad, está devaluada y goza de muy poca publicidad, y en muchos escenarios sociales, es motivo de mofa y de poca atracción". Gracias Formador por su buena reflexión.

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