jueves, 13 de febrero de 2014

HOMILÍA SEXTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO A

MÁS ALLÁ DE LAS LEYES: LOS PRINCIPIOS Y VALORES
Por Pbro. José Raúl Ramírez Valencia 




Eclesiástico 15, 16-21
Primera Carta de San Pablo a los Corintios, 2,6-10
San Mateo 5,17-37

La primera lectura del libro del Eclesiástico habla de dos opciones: “Ante ti están puestos fuego y agua, echa mano a lo quieras; delante del hombre están muerte y vida: le darán lo que él escoja”. Estas dos expresiones -de por cierto bien existenciales- están haciendo referencia a un poder único del ser humano: la libertad. La persona humana tiene en sus manos el gran peso o sobrepeso de las elecciones-decisiones. En algunas ocasiones se culpa a los demás de nuestra desgracia o infelicidad, cuando en realidad somos nosotros los responsables de nuestra situación amarga o gozosa.

El hecho de que el día esté oscuro no me hace más feliz o infeliz es mi actitud ante el clima lo que me hace feliz o infeliz, o que el otro me mire feo no me hace más infeliz es mi actitud ante él la que produce mi angustia. Con el peso de las decisiones el hombre se personaliza, nadie puede elegir por mí, estamos ante la azarosa y forzosa realidad de estar eligiendo, como dice Ortega y Gasset. La libertad: problema y misterio a la vez, problema siempre estamos eligiendo; misterio, con cada elección nos elegimos, es decir, manifestamos y sacamos a la superficie lo más profundo de nosotros. Uno elige de acuerdo a sus convicciones, valores y motivaciones. En cada elección se patentiza la profundidad o superficialidad de cada persona. Las elecciones muestran y posibilitan horizontes personales y circunstanciales.  

En cuanto al evangelio de San Mateo de este domingo, que hace referencia a la cantidad de normas que enloquecen a la persona, se percibe claramente que las normas se han constituido en un verdadero laberinto, donde el valor o principio moral no encuentra la salida, más aún, las normas han oscurecido tanto el valor, que el valor no encuentra cómo respirar o salir a la superficie. En tiempos de Jesús existían 613 preceptos que correspondían a los 365 días del año y a los 248 huesos del cuerpo humano; si nos cuesta cumplir 10 mandamientos, cómo sería aquello de cumplir 613 preceptos. El problema no está en la ausencia de leyes, sino en la actitud del corazón, “cuando falta el amor se multiplican las leyes”, afirmaba San Agustín. No es la ley la que salva, es el valor protegido por la ley.

El reto que tiene ahora la sociedad, la Iglesia, las instituciones, los sistemas educativos y las familias es con respecto a la forma de transmitir la norma, dado que estamos inmersos en una sociedad que idolatra el caprichoso yo, es decir, no se reconoce ni se valora la heteronomía, mas bien se quiere vivir sin normas, solo importan -lo que yo quiero, lo que yo pienso, lo que yo puedo-; libre desarrollo de la personalidad. ¿Cómo presentar la norma como un medio que proteja y salvaguarda a la persona? Se hace necesario hablar de una pedagogía nueva que muestre el valor de la norma y vea a la norma como un servicio a la persona. Esto implica que toda norma tenga un fundamento antropológico y no meramente un capricho “religioso”, ideológico o cultural. Toda norma protege y salvaguarda un principio-valor, Jesús afirmó: “No he venido a abolir la ley, sino a darle plenitud”. El problema está en que la ley oscurece y asfixia el principio-valor. 

El texto del evangelio en sus diatribas habla de homicidio, adulterio, divorcio y juramento. Todo homicidio tiene un principio: el insulto y la agresión; todo adulterio tiene un comienzo: la mirada utilitarista, que despoja y expropia a la persona de su integridad, todo divorcio comienza con la superficialidad en la relación, y todo juramento comienza con la relativización de las realidades. Jesús va a la raíz de estos males, no se queda con efecto, va a la causa, tiene una mirada perspicaz, no suspicaz. 

Otra expresión del evangelio de hoy que no puede pasar inadvertida: “Si no sois mejores que los letrados y los fariseos, no entraréis en el reino de los cielos”. Claramente es una invitación a la excelencia, solo por dejar abierta la reflexión: ¿qué tenemos nosotros los cristianos de diferentes con respecto a un ateo?, ¿a una persona de la ética civil? Sin duda que tenemos que ser mejores para que el evangelio sea creíble y auténtico.

1 comentario:

  1. Dice que "estamos en una sociedad donde no se admite la heteronomía" tergiversando completamente el sentir del espíritu liberal de muchos hombres de nuestro tiempo. Es un escrito muy prejuicioso de su parte donde no hay cabida para más. Kant debe estar revolcándose en el infierno, o en el cielo (si es que vivió como pensó su ética). La autonomía del individuo implica tener respeto por la norma y no una mera heteronomía.
    Y eso de que el adulterio tiene una mirada utilitarista, se escucha forzado.

    ResponderEliminar