LA MUERTE: REALIDAD QUE ABRE LA GRAN REALIDAD.
Por Pbro. José Raúl Ramírez Valencia
Ezequiel 37, 12-14
San Pablo a Romanos 8, 8-11
San Juan 11, 1-45.
Las diferentes lecturas de este quinto domingo de cuaresma nos hablan de vida, muerte y resurrección. La vida humana está
encaminada hacia la resurrección. La muerte no es una escisión en el
caminar de la persona, sino que, como dice el filósofo Julián Marías, hace parte
del proyecto; es decir, la muerte no trunca el proyecto, posibilita el fin del
proyecto. Los invito a ver la realidad de vida-muerte-muerte-vida a través de
estos cinco puntos.
1. EL HOMBRE CONTEMPORÁNEO MIRA DESPECTIVAMENTE LA REALIDAD DE LA
MUERTE: El tema de la muerte en muchos ámbitos sociales no gusta, incomoda y es poco relevante a la hora de abordar la vida. Mientras que para
algunos filósofos, como Heidegger, la muerte es un existencial que posibilita
la autenticidad de la vida; el hombre postmoderno no quiere plantearse este
interrogante; la muerte no es problema y
no tiene nada que decirle a la vida. La muerte se volvió instrumental y poco existencial que ya no es un enigma el cómo y cuándo moriremos, basta con
aplicar la llamada eutanasia y problema solucionado. No hay que dejar de
desconocer que la muerte para algunos se presenta con rostro de ángel, pero
para otros su rostro es monstruoso y trágico. Todos tenemos que pasar por la
realidad de la muerte, en nosotros está la manera como la vislumbramos. Se
habla de la muerte en razón de la vida y la vida en razón de la muerte, por eso
la pregunta ante alguien que ha muerto no ha de ser de qué murió sino cómo
vivió.
2. RELATIVISMOS ANTROPOLÓGICOS: Los grandes relativismos no son
éticos, sino antropológicos; la ética es para encontrarnos. Si un sistema
filosófico concibe que la persona humana es fruto del azar y que en su
nacimiento no hubo ninguna intervención divina, ni que Dios lo llamó a la
existencia, y que su vida solo responde a la unión de unas cuantas sustancias que
se cruzaron en la unión sexual de un hombre y una mujer, seguramente también va
a concebir el final desprovisto de
sentido y de divinidad. Si desde el comienzo se niega la acción directa de Dios,
probablemente el final también será visto simplemente como la disgregación de
unas sustancias y la negación de Dios. Si quitamos a Dios del comienzo de la
vida humana, seguramente también lo quitaremos del final. La negación
de Dios conlleva también implícita la negación de la resurrección.
3. RESURRECCIÓN-REENCARNACIÓN: Frente al destino último de la
persona humana hay diferentes concepciones: unas que niegan la individualidad
de la persona condenándola a vivir en un laberinto monótono de repeticiones y
de constantes círculos viciosos de tiempo y espacio, como es la reencarnación; la
resurrección, por el contrario, afianza la unidad e irrepetibilidad de la
persona, ubicándola en un horizonte eterno, donde la oportunidad de volver a
estar en el tiempo y el espacio son superadas por la eternidad y la realización
plena en Dios.
4. NOS PROYECTAMOS MÁS ALLÁ DE LA MUERTE: La muerte aparece como un
muro que impide ver más allá; sin embargo, la vida se proyecta más allá de ese
muro. Nunca estamos lo suficientemente preparados para la muerte, siempre
estamos en deuda con la vida. Todos queremos superar la barrera de la muerte,
el problema es el cómo. Desde una concepción cristiana, la respuesta está en Jesús de Nazaret que murió y resucitó por nosotros como primicia. La resurrección rebasa los límites de nuestra
razón, exige un acto de fe. La muerte no tiene la última palabra, ni es el
martillo que acaba con toda la vida. La muerte no es un final, sino la puerta
abierta a la gloria de Dios
5. LA MUERTE REALIDAD FAMILIAR: Jesús ante la muerte de Lázaro llora,
se conmueve y se solidariza. Cuando se ama y se tienen vínculos
familiares y de amistad, la muerte adquiere otro sentido, porque en definitiva
somos nosotros los que sentimos la ausencia de la persona amada, por eso el
desapegarnos y ver a otra la persona en la dimensión de resurrección exige un
acto de fe. Cuando se ama, la muerte no pasa indiferente ni inadvertida para
que el ama. La resurrección entonces, desde la perspectiva del amor, supera
nuestros frágiles limites la presencia de la personas. La resurrección es una
ausencia presencia plenificada.
Y por último LA MUERTE COMO ENCUENTRO: La vida está saturada
de encuentros, unos profundos y otros superfluos, otros de momento, y otros
permanentes. La muerte, en definitiva, es un encuentro total y para siempre. Cuenta el cardenal Ravasi una narracción judía con respecto a la muerte de Abraham, con estas
palabras: Abraham cuando llegó el Angel de la muerte para adueñarse de su
espíritu, le preguntó: ¿has visto alguna vez a un amigo desear la muerte del
amigo? Pero el Ángel le contesto con otra pregunta: Abraham, ¿Has visto alguna vez un amante
rechazar el encuentro con la personas amada? Entonces, Abraham comprendió y
dijo: Ángel de la muerte, ¡tómame!
Corrección de estilo Jenny Castaño Arbeláez
yenialeza@gmail.com
yenialeza@gmail.com
La realidad de la muerte nos hace pensadores. Nos lleva ha enfrentarnos con preguntas fundamentales de la existencia. La muerte nos recuerda nuestra humanidad y nos señala que la vida es un regalo y no nos pertenece: que llega sin pedirnos consentimiento y se va de igual forma. La muerte nos enseña nuestra contingencia y nos lleva por los senderos de la razón a descubrir un fundamento último que le da sentido a la existencia.
ResponderEliminarGracias Padre Raúl ¡muy buena su homilía!