sábado, 8 de abril de 2023

Introducción a las siete palabras

  La experiencia de la cruz: paradoja de las paradojas                                                                                                  

                                                                           Por José Raúl Ramírez Valencia. 

Una paradoja es un dicho o un hecho que aparentemente envuelve contradicción. La cruz siempre ha sido una fuente de inspiración y de profunda contradicción. El Dios de las paradojas acontece en la más sublime paradoja: la cruz. La máxima expresión de ignominia se convierte en la máxima gloria, la inmensa oscuridad se presenta como la máxima luz y la tristeza en la cruz se convierte en la sublime victoria; según San Juan de la Cruz: “para llegar al todo hay que pasar por la nada”. El misterio de la cruz esclarece el misterio del ser humano.

Verdaderamente éste el hijo de Dios

En el calvario uno de los centuriones romanos exclamó: ¡verdaderamente este es el hijo de Dios! Al ver a Jesús en la cruz y al contemplar su vida y su testimonio, nosotros también al fijar los ojos en Jesús estamos llamados a proclamar con el centurión romano: ¡verdaderamente este es el hijo de Dios!

 A pesar de los cambios, la cruz permanece inmóvil

En la entrada de cada uno de los monasterios de los cartujos aparece la siguiente inscripción: “la cruz inmóvil en medio del movimiento y las evoluciones del mundo”, verdad inspiradora y verdad permanente. Vivimos en un mundo globalizado y sin embargo, la cruz sigue presente, aparecen las nuevas tendencias en la familia y la cruz continúa, se presentan las nuevas reflexiones en torno a la justicia y la cruz sigue levantada, el mundo se mueve y cambia de ideologías año tras año y la cruz permanece ahí, la cruz es un signo permanente y decisivo, los vaivenes del mundo siempre retornan a la mirada de la cruz.

La cruz: un camino

Para llegar a la cruz el hombre necesita hacer camino. Uno de los grandes problemas del hombre actual es que no quiere hacer camino, busca llegar a la meta sin recorrer el camino, ser feliz sin experimentar las vivencias de la cotidianidad, ser santo sin vivenciar los goces del compromiso del camino; tanto la santidad como el amor al igual que la sabiduría son experiencias que se alcanzan cuando se ha recorrido un camino.  El cristiano es la persona que a través del camino adquiere muchos aprendizajes, la cruz no es simplemente un punto de llegada, sino un caminar. Para abrazar la cruz hay que hacer camino: “caminante no hay camino, se hace camino al andar. El hombre es un viajero, afirmaba Gabriel Marcel, pensador existencialista, somos viajeros y caminantes, la cruz no nos espera, la cruz es nuestro camino y nuestro equipaje, quien viaje con ella, no solo descubre los manantiales de la existencia, sino también la profunda inequidad de cada uno de nosotros que nos abruma pero no nos vence.    

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