P. José Raúl Ramírez Valencia
Contrato o alianza
“Yo hago un
pacto con vosotros y con vuestros descendientes. No volveré a destruir la vida.”
La primera lectura está tomada del libro del Génesis y habla de la alianza que Dios establece con su pueblo. Para comprender la riqueza de la experiencia de la alianza es necesario partir del concepto de libertad, Dios libremente establece un pacto con nosotros, se compromete a no volver a destruir la creación, ni al ser humano, sino que va a cuidar tanto de la creación como de nosotros.
Vivimos en una
sociedad donde el concepto de alianza ha sido sustituido por el contrato. En la
alianza se enfatiza el sentido de pertenencia, gratuidad y confianza en un
escenario de amor mientras que en el contrato priman los deberes y derechos
bajo un marco jurídico. Para comprender con mayor profundidad la alianza nos
podemos valer del concepto de matrimonio; circunscribir el matrimonio solo al concepto
jurídico del contrato agota la dinámica y la riqueza del compromiso de la vida
matrimonial. Precisamente la segunda lentura del Apóstol Pedro habla del sacramento
del bautismo como una alianza que Dios hace con nosotros a través de su Hijo
Jesús, quien por puro amor y no por contrato, murió y resucitó por nosotros. Dios
Padre a través de su Hijo redime y salva al hombre. Así como por el agua en el
diluvio fue destruida la creación, por el agua bautismal el hombre será
salvado. El tiempo de cuaresma es un
camino que nos presenta la Iglesia para que seamos conscientes del compromiso
bautismal-alianza que Dios ha establecido con nosotros.
Sin alianza no hay identidad
Se ha perdido la
identidad del cristiano y una de las razones consiste en que no hemos
profundizado en la importancia de la alianza que hemos establecido con Dios. Pareciera
ser que ser cristiano es una cuestión del montón en la cual no hay diferencia
entre un cristiano una persona común y corriente sin la experiencia de Dios. Necesitamos
vivir con mayor plenitud y decisión nuestra identidad como cristianos. El ser
cristianos es un regalo y vivirlo con autenticidad es una respuesta a la alianza.
El desierto: purificación y lucha
El evangelio de
San Marcos presenta de una forma sintética el tema de las tentaciones. Dice el
evangelio que el espíritu empujó a Jesús al desierto, un lugar inhóspito, poco
acogedor, lugar de pruebas y dificultades. El desierto es el lugar de la
intimidad y del encuentro con Dios, en el desierto no solo se hace presente
Dios, sino también el enemigo, por tanto, el desierto es el lugar de la tentación
y de la lucha. También el desierto es el escenario que impone ascesis, disciplina
y método. Con la ascesis el hombre se hace dueño de su propia casa y domina sus
instintos. El desierto también es una prueba que exige lucha, quien va al desierto
no es un desertor, sino alguien que quiere luchar para encontrar el núcleo de
su vida. En el desierto descubrimos lo útil y lo inútil, nos despojamos de lo
accidental para vivir desde lo esencial. El mejor lugar para aprender a vivir
de lo esencial, pero también el más peligroso para quien queda abandonado a sus
propias fuerzas. En el desierto aprendemos hacer silencio y a resistir desde la
interioridad, Jesús en el desierto resistió a las propuestas del maligno que le
presentaban un camino diferente a la voluntad de Dios. El espíritu lo conduce a
una vida de prueba, no cómoda.
El desierto: lugar de la tentación
El ser humano es
un ser vulnerable expuesto a la tentación a través de su existencia. La
tentación es un engaño que se presenta con apariencia de bien, si no fuera así
no sería atractivo, creemos que estamos actuando de una manera correcta cuando
en verdad nos estamos destruyendo. Para poder vencer la tentación necesitamos
discernir, pasar por el desierto para poder descubrir que hay de verdad o de mentira,
de luz o tinieblas, de fidelidad a Dios o de complicidad con la injusticia en
nosotros.
La conversión: una nueva mirada a la vida
Termina el evangelio
diciendo: “se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios, convertíos y creed
en el evangelio¨. La conversión indica un cambio de rumbo, una nueva mirada tanto
a la vida misma como al horizonte existencial, dado que la conversión implica
desapego y nuevas formas de vida, la conversión implica una metanoia, es decir,
un cambio de mentalidad que propicie nuevas miradas existenciales.
Cuando hay conversión hay armonía
San Marcos no
desarrolla las tentaciones, con simplicidad dice que vivía entre fieras
salvajes y los ángeles le servía, no hay ruptura entre lo divino y las
creaturas. Las fieras, los seres más violentos de la tierra, evocan los
peligros que amenazan a Jesús y los ángeles, los seres más buenos de la
creación, sugieren la cercanía de Dios. Si se relaciona con la primera lectura
del génesis que presenta el diluvio como un rompimiento entre hombre y la
naturaleza, el hombre y Dios, Jesús estando en el desierto expresa la armonía
entre Dios y el hombre, la naturaleza y el hombre.
Por último, Martín
Luther King decía con gran acierto que en el desierto del mundo la única tierra
fértil es el corazón del hombre, tenía razón, si el hombre no cambia su forma
de actuar puede destruir el mundo y convertirlo en un desierto. Necesitamos no
que el mundo esté desértico, sino que el hombre haga desierto para que el mundo
sea fértil y fecundo en valores del Reino.
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