domingo, 11 de febrero de 2024

HOMILIA SEXTO DOMINGO TIEMPO ORDINARIO CICLO B . Por José Raúl Ramírez V.

 Estigmatización, discriminación y exclusión

Durante la Segunda Guerra Mundial, los alemanes exigieron a los judíos mayores de 10 años llevar como signo de identificación o mejor de estigmatización la estrella de David, estampada sobre un fondo negro que debían portar en el pecho. El distintivo señalaba que eran percibidos como una amenaza para la comunidad alemana, por tanto, había que controlarlos y vigilar cada uno sus movimientos. Este distintivo era una antesala antes de ser deportados a los campos de concentración. 

Así como los judíos eran discriminados y estigmatizados, los leprosos en tiempos de Jesús eran considerados personas muertas en vida a causa de la marginación y el señalamiento tanto a nivel social como religioso. En cuanto a lo social, no podían relacionarse con otras personas por temor a contagiarlas, debía portar una campana e ir anunciando por donde caminaba que era una persona impura y además tenían que estar a las afueras de la ciudad, no podía ni siquiera acercarse a los muros de la Ciudad Santa. En cuanto a la religión, el leproso era considerado un pecador y una persona castigada por Dios.

Un mundo prevenido que excluye

Una de las características de la sociedad actual es el síndrome de la prevención. No es exagerado pensar que en esta sociedad los ciudadanos deberían portar un letrero con el r´tulo de precaución, persona sospechosa. La exageración en la protección crea distancias a nivel interpersonal y conduce a un individualismo que percibe al otro no como un ser digno de confianza, sino como alguien que quita espacio y causa daño. Hoy se sospecha de los migrantes sin conocerlos y se les tildan como personas no deseables sin haber tenido con ellos ningún contacto. Adela Cortina, filósofa española, señala que los países europeos están padeciendo aporofobia, miedo a los pobres, en cuanto que, si llegan migrantes con dinero a los países desarrollados se les abren las puertas, pero sin son personas de escasos recursos hay que cerrarlas porque afectan la cultura e impiden el desarrollo de las estructuras sociales. Es importante anotar con respecto a la discriminación y estigmatización que cada día crecen las fobias a las personas por sus singulares situaciones, llámese: orientación sexual, nacionalidad, creencias o enfermedades, no se olvidé que el primer paso de la discriminación comienza por la estigmatización. Ahora bien, quien vive los valores del Reino de Dios, no piensa que una manzana puede dañar a los demás, sino que una manzana buena puede curar a las otras. Estigmatizar, marginar y señalar no son caminos para la cura, sino actitudes que empobrecen tanto a la persona como a la comunidad. La pregunta, ¿a quién marginamos y por qué marginamos? Sigue vigente en nuestra sociedad.

A mayor gloria de Dios

San Ignacio de Loyola, fundador de los jesuitas, tenía como principio que todo cuanto obrara sería para la mayor gloria de Dios, no actuar por vanagloria. En esta perspectiva, la segunda lectura del apóstol Pablo recomienda: “Ya comais, ya bebáis, o hagáis lo que hagáis hacedlo todo para la gloria de Dios”. Cuando el ser humano actúa pensado en su propia gloria termina en un narcisismo o en una frustración humana. Por ejemplo, si una persona obra el bien esperando la recompensa puede decepcionarse y terminar en una frustración, pero si obra pensando en la mayor gloria de Dios, no hay decepción, sino capacidad de centrarse en los valores del Reino. Acoger a los pobres y no discriminarlos para el cristiano, no es una política pública, sino una oportunidad para la mayor gloria de Dios. Jesús no actúo por proselitismo, ni tampoco obró para obtener el consenso de las mayorías, sino para la mayor gloria de Dios.  

Atreverse a buscar ayuda

Eran muchos los leprosos en tiempos de Jesús, pero solo uno tuvo la decisión y el coraje de salir a al encuentro de Jesús, sabía que por sí mismo no podía curarse, ni que tampoco los chamanes lo curarían. Quizás el leproso pensó: si me acerco me rechaza, sin embargo, se atrevió  y le dijo a Jesús: "si quieres, puedes limpiarme". Era una persona atrevida que venció la norma y los tabúes con respecto a su enfermedad. El diálogo entre el leproso y Jesús fue en un clima de libertad tanto por parte del hombre como de Jesús, fue el encuentro entre el querer de la persona y querer de Dios. San Tomás de Aquino dice que: “Dios no hace lo que el hombre puede hacer, ni tampoco sustituye la naturaleza humana”. Jesús no sustituyó, ni invadió el querer del leproso, respondió al querer del leproso.  

No marginar.

Es importante recordar que los leprosos estaban marginados tanto social como religiosamente. Jesús se acercó al lepros, le extendió la mano y lo tocó diciendo: quiero, queda limpio, luego le ordena que se presente al sacerdote. Jesús toca al intocable, ama al desechado, incluye al excluido, aunque lo hubiera podido sanar solo con su palabra, lo toca; tacto y palabra, fueron las dos acciones que Jesús realizó con el leproso.

En tiempos de Jesús los sacerdotes eran los encargados de diagnosticar tanto la enfermedad como la certificación de la curación, al decirle Jesús: ve y preséntate al sacerdote, le está diciendo que ha realizado un proceso de purificación y de reconcilaición tanto con el leproso como con la comundiad, se le han devuelto todos sus derechos tanto a nivel religioso como social. 

POSDATA: Hay una especie de prevención con las personas que impide el sano convivir. Las personas prefieren relacionarse con las mascotas que con las personas. La discriminación parte de nuestra supuesta superioridad.   

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