Estigmatización, discriminación y exclusión
Durante la Segunda Guerra Mundial, los alemanes exigieron a los judíos mayores de 10 años llevar como signo de identificación o mejor de estigmatización la estrella de David, estampada sobre un fondo negro que debían portar en el pecho. El distintivo señalaba que eran percibidos como una amenaza para la comunidad alemana, por tanto, había que controlarlos y vigilar cada uno sus movimientos. Este distintivo era una antesala antes de ser deportados a los campos de concentración.
Así como los judíos eran discriminados y estigmatizados, los leprosos en tiempos de Jesús eran considerados personas muertas en vida a causa de la marginación y el señalamiento tanto a nivel social como religioso. En cuanto a lo social, no podían relacionarse con otras personas por temor a contagiarlas, debía portar una campana e ir anunciando por donde caminaba que era una persona impura y además tenían que estar a las afueras de la ciudad, no podía ni siquiera acercarse a los muros de la Ciudad Santa. En cuanto a la religión, el leproso era considerado un pecador y una persona castigada por Dios.
Un
mundo prevenido que excluye
Una de las características de la sociedad actual es el síndrome de la prevención. No es
exagerado pensar que en esta sociedad los ciudadanos deberían portar un
letrero con el r´tulo de precaución, persona sospechosa. La exageración en
la protección crea distancias a nivel interpersonal y conduce a un individualismo
que percibe al otro no como un ser digno de confianza, sino como alguien que quita espacio y causa daño. Hoy se sospecha de los migrantes sin conocerlos
y se les tildan como personas no deseables sin haber tenido con ellos ningún contacto.
Adela Cortina, filósofa española, señala que los países europeos están
padeciendo aporofobia, miedo a los pobres, en cuanto que, si llegan migrantes
con dinero a los países desarrollados se les abren las puertas, pero sin son personas de
escasos recursos hay que cerrarlas porque afectan la cultura e
impiden el desarrollo de las estructuras sociales. Es importante anotar con
respecto a la discriminación y estigmatización que cada día crecen las fobias a
las personas por sus singulares situaciones, llámese: orientación sexual, nacionalidad,
creencias o enfermedades, no se olvidé que el primer paso de la discriminación comienza por la estigmatización.
Ahora bien, quien vive los valores del Reino de Dios, no piensa que una manzana
puede dañar a los demás, sino que una manzana buena puede curar a las otras. Estigmatizar,
marginar y señalar no son caminos para la cura, sino actitudes que empobrecen
tanto a la persona como a la comunidad. La pregunta, ¿a quién marginamos y por
qué marginamos? Sigue vigente en nuestra sociedad.
A
mayor gloria de Dios
San
Ignacio de Loyola, fundador de los jesuitas, tenía como principio que todo cuanto
obrara sería para la mayor gloria de Dios, no actuar por vanagloria. En esta
perspectiva, la segunda lectura del apóstol Pablo recomienda: “Ya comais, ya bebáis, o
hagáis lo que hagáis hacedlo todo para la gloria de Dios”. Cuando el ser humano
actúa pensado en su propia gloria termina en un narcisismo o en una frustración
humana. Por ejemplo, si una persona obra el bien esperando la recompensa puede decepcionarse y terminar en una frustración, pero si obra pensando en la mayor
gloria de Dios, no hay decepción, sino capacidad de centrarse en los valores del Reino. Acoger a los pobres y no discriminarlos para el cristiano, no es una
política pública, sino una oportunidad para la mayor gloria de Dios. Jesús no actúo
por proselitismo, ni tampoco obró para obtener el consenso de las mayorías, sino
para la mayor gloria de Dios.
Atreverse
a buscar ayuda
Eran
muchos los leprosos en tiempos de Jesús, pero solo uno tuvo la decisión y el coraje
de salir a al encuentro de Jesús, sabía que por sí mismo no podía curarse, ni que
tampoco los chamanes lo curarían. Quizás el leproso pensó: si me acerco me
rechaza, sin embargo, se atrevió y le dijo a Jesús: "si
quieres, puedes limpiarme". Era una persona atrevida que venció la norma y los
tabúes con respecto a su enfermedad. El
diálogo entre el leproso y Jesús fue en un clima de libertad tanto por parte
del hombre como de Jesús, fue el encuentro entre el querer de la persona y
querer de Dios. San Tomás de Aquino dice que: “Dios no hace lo que el hombre
puede hacer, ni tampoco sustituye la naturaleza humana”. Jesús no sustituyó, ni
invadió el querer del leproso, respondió al querer del leproso.
No
marginar.
Es
importante recordar que los leprosos estaban marginados tanto social como religiosamente.
Jesús se acercó al lepros, le extendió la mano y lo tocó diciendo: quiero, queda limpio, luego
le ordena que se presente al sacerdote. Jesús toca al intocable, ama al
desechado, incluye al excluido, aunque lo hubiera podido sanar solo con su
palabra, lo toca; tacto y palabra, fueron las dos acciones que Jesús realizó con
el leproso.
En
tiempos de Jesús los sacerdotes eran los encargados de diagnosticar tanto la
enfermedad como la certificación de la curación, al decirle Jesús: ve y
preséntate al sacerdote, le está diciendo que ha realizado un proceso de purificación
y de reconcilaición tanto con el leproso como con la comundiad, se le han devuelto todos sus derechos tanto a nivel religioso como social.
POSDATA: Hay una especie de prevención con las personas que impide el sano convivir. Las personas prefieren relacionarse con las mascotas que con las personas. La discriminación parte de nuestra supuesta superioridad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario