IRRESPONSABILIDAD Y MEDIOCRIDAD: DOS FLAGELOS DE NUESTRA SOCIEDAD
Por José Raúl Ramírez Valencia
Ezequiel 18, 21-28
San Mateo 5, 20-26
Viernes de la primera semana de cuaresma.
La irresponsabilidad y la mediocridad, dos flagelos, dos virus, dos epidemias, dos lacras... como se quieran llamar. La liturgia de la palabra, tanto en la primera lectura de profeta Ezequiel como el evangelio de san Mateo hacen alusión a estas dos realidades que entorpecen y atrasan a las sociedades, instituciones, familias y personas. Sea dicho de paso, si algo perjudica a una sociedad es la irresponsabilidad y mediocridad de sus profesionales.
San Mateo 5, 20-26
Viernes de la primera semana de cuaresma.
La irresponsabilidad y la mediocridad, dos flagelos, dos virus, dos epidemias, dos lacras... como se quieran llamar. La liturgia de la palabra, tanto en la primera lectura de profeta Ezequiel como el evangelio de san Mateo hacen alusión a estas dos realidades que entorpecen y atrasan a las sociedades, instituciones, familias y personas. Sea dicho de paso, si algo perjudica a una sociedad es la irresponsabilidad y mediocridad de sus profesionales.
Somos hijos de esta sociedad, con sus aciertos y desaciertos, tildada por muchos como sociedad paquidérmica, insensible, liquida, ligera y permisiva que en muchas ocasiones salvaguarda más a la institución que a la persona. Una sociedad que en vez de propiciar la excelencia y la virtud induce al vicio y a la irresponsabilidad. En este contexto son bien iluminadoras las palabras del profeta Ezequiel: “El hijo no cargará con la culpa de su padre, el padre no cargara con la culpa del hijo.” Esta expresión nos pone en sintonía con esta celebración de grados. Ustedes hoy se gradúan, cargan o gozan con la tradición de una sociedad. Hoy ustedes inician una nueva historia social, ahora son hijos de la historia, pero se les pide que empiecen a ser padres de la historia. No es un mero juego de palabras, hoy son hijos de la sociedad, mañana padres de la sociedad, son esperanza para un mundo nuevo. Si ahora se habla de algunos profesionales irresponsables, con ustedes se empezará hablar de profesionales comprometidos, éticos y responsables.
En otra parte de la lectura dice el profeta: ¿Es injusto mi proceder? ¿O no es vuestro proceder el que es injusto? Algunas instituciones y sectores de la sociedad con ligereza y sin profundidad en la reflexión llegan afirmar que de esa universidad están saliendo profesionales mediocres y con poca ética. Ante esta postura, el profeta Ezequiel, llama la atención: ¿Es injusto mi proceder? ¿O no es vuestro proceder el que es injusto? Culpamos a las instituciones, incluso a la sociedad de nuestra desgracia o fracaso profesional, cuando el epicentro del fracaso en la mayoría de las veces está en la irresponsabilidad de cada persona. En muchas ocasiones la mediocridad no es de las instituciones, sino de las personas. Buscar culpables de nuestro fracaso es signo de irresponsabilidad.
En el evangelio de San Mateo escuchamos: “Si no sois mejores que los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos? ¿Qué significa ser mejores que..? ¿Será petulancia? ¿Será una cuestión de narcisismo? ¿Será cuestión de letras? ¿Será adquirir mayores derechos ante los demás? Siguiendo la lógica del evangelio, ser mejores en este caso profesionales, significa mayor responsabilidad, al que mucho se le da, mucho se le exige. Es decir, a un profesional se exige mayor responsabilidad consigo mismo, con los otros y con Dios. La irresponsabilidad en cualquiera de estas tres dimensiones es mediocridad.
Esto de ser mejores no es cuestión de cuentos o de discursos. El profesional debe ser mejor persona, mejor ciudadano, mejor empleado. El evangelio no divaga cuando dice ser mejores que los escribas y fariseos, más bien aterriza con contudencia en lo que tenemos y no meramente debemos ser mejores. Por ello afirma: “Habéis oído que se dijo a los antiguos: No matarás y el que mate será procesado. Ahora bien, si uno llama a su hermano imbécil será procesado” Un profesional no es solo una persona que profesa un saber específico, llámese teológico, pedagógico, matemático, psicológico en fin, sino una persona que en todo actúa como un profesional, y un profesional no trata a otra persona de imbécil. El profesional reconoce, respeta y valora la dignidad de la otra persona. El profesional general lógicas de humanización, más no de deshumanización o actos inhumanos. Más aun, el profesional de la Universidad Católica de Oriente, cuya misión es el servicio a la persona y su lema reza: A la verdad por la fe y ciencia, tiene que ser un enamorado y defensor de la persona humana en todos los escenarios.
Más adelante el evangelio continúa diciendo: “Si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar te acuerdas, allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí mismo tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano”. Un profesional ha de ser un generador de la sana convivencia. Por ello el profesional es la persona que antes de acudir a las grandes instancia de la justicia: acoge, corrige, educa y confronta a la persona, porque ve en ella no un ser extraño, sino que siente su responsabilidad ante ella. El profesional, no actúa ni mediocre ni irresponsablemente ante los demás. Tratar mal a una persona, irrespetarla o manipularla es un acto que desdice de cualquier profesional, perdón del profesional.
Por último, la graduación: ¿mérito o don? No todo es mérito, es más bien don. Ante el don se reconoce a las otras personas que tuvieron que ver con ustedes en su proceso de estudio: padres de familia, profesores y amigos. El solo mérito nos vuelve autosuficientes y engreídos. El don es sobreabundancia de posibilidades y de personas, el mérito solo es lógica de esfuerzos. Veamos entonces la graduación no solo como un mérito, sino como un don.
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