sábado, 22 de marzo de 2014

HOMILIA TERCER DOMINGO DE CUARESMA CICLO A


UN ENCUENTRO QUE SUSCITA UN DESEO MÁS PROFUNDO 

Éxodo 17, 3-7

San Pablo a los Romanos 5, 1-2, 5-8

San Juan 4, 5-42

Dice San Agustín, "Jesús tenía sed de la fe de esa mujer." Nosotros tenemos sed de vida eterna. Si conocieras el don de Dios 


La liturgia de este domingo nos habla del agua, pero más que del agua, los textos hacen referencia a la sed profunda que padece el ser humano. En la primera lectura del libro del Éxodo, el pueblo murmura diciendo: “Nos has hecho salir de Egipto para hacernos morir de sed a nosotros, a nuestros hijos”. Y en el evangelio, la Samarita, en un comienzo, solo siente la necesidad de saciar su sed física. Un pueblo o una persona que solo desea saciar sus necesidades físicas, pero no siente sed-deseo de otra agua más profunda, permanece insatisfecho.


A partir de esta introducción profundicemos en estos dos tópicos antropológicos. Deseo y encuentro.

DESEO: Mauricio Blondel definía al ser humano como una fuente de deseos, no solo físicos, afectivos, sociales, también “deseos” espirituales, “Dime lo que deseas y te diré quién eres”. El deseo revela la profundidad de la persona. La mujer samaritana manifiesta la insatisfacción existencial de quien no ha encontrado lo que busca, había tenido cinco maridos y se sentía insatisfecha. Jesús va del pozo físico al pozo del corazón. Aristóteles afirma que debemos tener “un inteligente deseo y un deseo inteligente”, es decir, el ser humano no solo es razón, ni solo voluntad, es razón y voluntad; no basta el deseo, debe de ir acompañado de la verdad y la bondad. 

El vació y la angustia del ser humano no se sacia satisfaciendo las necesidades físicas o culturales, -o tal vez sociales-; en el hombre hay una profundidad que solo puede ser saciada con Dios: “la única creatura que puede entrar en íntima comunión con Dios es el hombre”, afrima el Concilio Vaticano II. Solo Dios puede dar plenitud auténtica al ser humano. La persona humana es capaz de Dios, el corazón del hombre no se llena con cachivaches sino con Dios. Poseer el agua del pozo físico es relativamente fácil, pero poseer el agua que da plenitud es cuestión de apertura y de decisión; si conocieras el don de Dios. Hay dos modos para calmar la sed en las creaturas: a través de la fama, el trabajo, las cosas, - todo esto calma la sed, pero provisionalmente-; la otra agua es la que Dios brinda y le da sentido a todas las dimensiones del ser humano.  

ENCUENTRO QUE SUSCITA DESEOS PROFUNDOS. Los samaritanos y los judíos no se hablaban por cuestiones de historia, mucho menos era impensable que un Judío se dirigiera a una mujer samaritana y por lo demás desconocida y, de por cierto, de no muy buena reputación. Jesús superó toda clase de prejuicios y trampas puritanas al acercarse a conversar con una mujer considerada hereje, impura e inmoral. Un encuentro que supera prejuicios sociales, étnicos y raciales, un encuentro que partió de circunstancias muy concretas. Entre la samaritana y Jesús, no hubo un mero intercambio de ideas, sino que aconteció un verdadero encuentro, donde la mujer fue acogida y reconocida como persona, mas no estigmatizada por su historia personal, Un encuentro que posibilitó un futuro. Jesús habla al corazón, pero respeta con paciencia la libertad de la mujer.

El diálogo no es asunto meramente de palabras, es ante todo encuentro de rostros, donde se parte de lo básico, de las necesidades normales, hasta llegar al núcleo profundo de la persona como es la relación con Dios. Un encuentro que integra lo personal y lo comunitario. Un encuentro sensato donde Jesús le presenta una imagen de lo que puede ser, siempre y cuando se quiten las caretas que impiden que el encuentro sea confrontador y liberador. “No tengo marido", Jesús le dice: Bien has dicho que no tienes marido, porque has tenido cinco maridos y el que ahora tienes no es tu marido; en eso has dicho la verdad” Jesús primero hace el ofrecimiento y luego la denuncia que libera y personaliza. 

En algunas ocasiones, la cercanía entre nosotros mismos impide que seamos capaces de vernos tal y como somos, se necesita de un extranjero que venga de lejos a conocer y cuestionar nuestras propias patrias. Jesús supuestamente era un extranjero para la samaritana, pero fue él quien le mostró la posibilidad de otra vida.

Corrección de estilo Jenny Castaño Arbeláez 
yenialeza@gmail.com

3 comentarios:

  1. padre le agradezco esta reflexión; me lleva a revisar mi existencia, pero ante todo dejarme encontrar por Dios, siempre he calmado mi sed, con lo que me gusta, con lo que deseo. Y mi vida esta tocando fondo porque mi gran sed es de Dios.

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  2. Muy buenas reflexiones y ricas de contenido para una época, que parece que ha perdido el valor de la trascedencia, el valor del encuentro, el VALOR que tiene la verdad en un mundo lleno de engaños.

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  3. Amigo me voy desatrasando. Quien más estigmatizado que los y las jovenes... Encuentro profundo y verdadero con el otro y con Jesús, eso es lo que necesitamos.

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