sábado, 8 de marzo de 2014

HOMILÍA PRIMER DOMINGO DE CUARESMA CICLO A

LAS TENTACIONES: MENTIRAS DISFRAZADAS DE ESPERANZA

Génesis 2,7-9; 3,1-7
Carta de San Pablo a los Romanos 5, 12-19
San Mateo 4, 1-11

Tanto en la primera lectura como en el evangelio aparecen expresiones similares: «Se os abrirán los ojos y seréis como Dios en el conocimiento del bien y del mal», «si eres Hijo de Dios, di que estás piedras se conviertan en panes (…); si eres hijo de Dios, tírate abajo (…); y mostrándole todos los reinos y su esplendor le dijo: todo esto te lo daré». En estas cuatro expresiones se presenta un diálogo claro, provocador y desafiante entre el maligno y Jesús, entre el maligno y el hombre. Recordemos que Jesús es verdadero Dios y verdadero hombre y como verdadero hombre asumió todas las tentaciones y debilidades del ser humano. En estas referencias se muestra la tentación como un careo entre lo que somos-queremos-podemos, con el horizonte de Dios, y la propuesta de lo que somos-queremos-podemos sin el horizonte divino.


La tentación no anula la libertad, patentiza y pone a prueba la identidad, principios y convicciones personales. La tentación, según la Real Academia Española, es una instigación o estímulo que induce el deseo de algo agradable, pero probablemente dañino a largo plazo. La tentación está acompañada de suspicacia, mentira e insolencia. Una tentación es un sueño y una esperanza engañosa de felicidad, por tanto, la tentación desvía del proyecto de felicidad que Dios tiene para cada persona. El problema no está en la tentación como tal, sino en la aceptación de ella. Cuando se sucumbe ante la tentación se produce un desequilibrio y quebranto en el proyecto personal.    
Tres son las situaciones que presenta el evangelio con respecto a las tentaciones de Jesús:    

1. Tentación del consumismo: «Si eres Hijo de Dios di que estas piedras se conviertan en panes (…) “No solo de pan vive el hombre”». Los grandes problemas del ser humano no se solucionan solo con comida o tecnología, el desarrollo no solo es económico y tecnológico, debe responder a la vocación del ser humano como espíritu encarnado. La persona humana es mucho más que necesidades físicas y económicas, necesita también de los valores espirituales, dado que el ser humano es el único que puede preguntarse por la verdad, el bien y la belleza. La persona humana es espiritual y trascendente, por ello el sentido de la vida no se agota solo en el bienestar económico. No creamos que con calmar el hambre y posibilitar el acceso a la tecnología se esté solucionando todos los males y problemas de la humanidad.
Uno de los pecados de algunos sistemas educativos es creer que solo basta con brindarles a los estudiantes ciencia y tecnología, sin ninguna educación moral y religiosa. Esta apuesta tarde que temprano desencadenará grandes problemas sociales y humanos. El hombre es más que estómago y cerebro, su centro único no reside allí,  en el hombre habita y cohabita su ser espiritual como centro de todas sus dimensiones.  Ante la tentación del consumismo-materialista está la propuesta de los valores espirituales que le dan sentido a los materiales. No se puede afectar la cultura solo con estructuras económicas-jurídicas.

2. Tentación de la egolatría: «Si eres hijo de Dios, tírate abajo, encargarás a los ángeles que cuiden de ti». Al leer con detenimiento esta expresión uno se imagina un espectáculo enorme, rodeado de una multitud de curiosos presenciando tan magnifica hazaña. Todo el mundo girando alrededor del ego-narciso elevado a la décima potencia. Esta es la tentación de la idolatría del yo. Bien decía Mauricio Blondel: «la mayor idolatría es la autolatría». Desde otra mirada, Mario Vargas Llosa, premio nobel de literatura, afirma: « ¿Qué quiere decir civilización del espectáculo? La de un mundo donde el primer lugar en la tabla de valores vigente lo ocupa el entretenimiento y donde divertirse, escapar del aburrimiento, es la pasión universal».  Sí, diversión y entretenimiento como mecanismos de fuga y de individualismo exagerado, mas no como escenarios de convivencia, encuentro y reconocimiento con los otros, esto es lo que crea una cultura egolátrica. Ante la tentación de la egolatría, y el “yo” por encima y como centro de los demás, está la propuesta de la  humildad y la donación hacia los otros, en palabras del papa Francisco, la cultura del encuentro.    


3. Tentación del poder: «Mostrándole todos los reinos del mundo y su esplendor le dijo: todo esto te lo daré si te postras y me adoras». Esta es la tentación del poder-dominio: a mayor tener, mayor dominio-poder. Es una tentación clara donde se ve directamente la relación entre tener-poder, quien tiene puede y quien tiene impone reglas y condiciones. Estamos ante la tentación del dinero como amo y señor absoluto del poder, por tanto, con el dinero se compra el poder, las conciencias y las personas. Ante la tentación del tener-poder-imponer se propone el servicio como alternativa de poder, desde esta perspectiva, el poder lo tiene, no quien tiene, sino quien sirve. El poder está en el servicio, según la expresión del papa Francisco. 

Corrección de estilo Jenny Castaño Arbeláez
yenialeza@gmail.com

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