Cumples quince años, se sabía con tu presente.
Por P. José Raúl Ramírez Valencia.
Lectruas.
Jeremías, 1, 5-12
Evangelio San Mateo 25, 1-13
Hoy nos reunimos en este templo para dar gracias a Dios por el don de la vida de N., por los quince años que el Señor le ha concedido. La vida es un regalo divino, tanto para ella como para quienes la rodean. Hoy celebramos su existencia, reconociendo lo que es, lo que representa para su familia y los sueños que alberga en su corazón. Ustedes han sido testigos de su crecimiento y madurez, y en este día tan especial es importante reconocer que la vida no es solo dificultad; también es celebración, alegría y proyección hacia el futuro.
Dios nos
conoce y nos acompaña
En la prmera lectura del profeta
Jeremías se leía: "Antes de que te formaras en el vientre materno, te
conocí, te formé y te nombré". Dios te conoce profundamente, sabe de tus
aciertos y desaciertos. Te ha amado desde siempre con un amor fiel, incluso antes de fueras consciente de ello. Más aún, Dios confía en ti y te encomienda
una misión., en sus designios inigualables, ha trazado un propósito para ti que
nadie más puede cumplirlo, ni tus padres ni tus amigos pueden asumir tu responsabilidad de vivir la vida por ti. La misón que Dios te encomienda podríamos
llamarla tú vocación.
Cuando Jeremías
recibió su llamado, presentó objeciones diciendo: "Mira que soy muy joven
y no sé hablar". Sin embargo, Dios le respondió con seguridad: "No
digas que eres muy joven, porque irás a donde yo te envíe y dirás todo lo que
yo te ordene. No temas a la gente porque yo estaré protegiéndote". A
veces, lo más fácil es poner excusas y decir "no soy capaz", pero hoy
no estás sola. Estás rodeada de tus familiares y amigos, quienes te apoyan y
acompañan. Estás acompañada también por Dios que nunca te deja sola; él siempre
camina a tu lado. Por ello, más allá de tus dificultades, es fundamental que
reconozcas las innumerables bendiciones que Dios te ha dado. Ten presente que
"quien tiene a Dios, nada le falta; solo Dios basta", decía
Santa Teresa de Ávila. “No tengas miedo de Cristo; él no te quita nada, él lo
da todo”, enseñaba el Papa Benedicto XVI.
Prepararse
para la vida con sabiduría
La vida no es
solo pasado, también es futuro. El ser humano es grande no solo por lo que ha
vivido, sino también por su capacidad de abrirse con esperanza al porvenir. Sin
embargo, el futuro depende en gran medida de la forma en que cuidemos nuestro
presente. La parábola de las diez doncellas que se prepararon con aceite para
entrar en la fiesta y que escuchamos en el evangelio, nos ofrece una gran
enseñanza. Si deseas formar parte del banquete de la vida, no puedes dormirte
en los laureles ni distraerte con cosas triviales. Precisamente eso fue lo que les
ocurrió a las doncellas imprudentes: se distrajeron con los placeres efímeros
y, cuando llegó el momento de entrar en la madurez de la vida, sus lámparas
estaban vacías, no tenían virtud suficiente ni valores profundos para enfrentar
el futuro.
La juventud es
una época de preparación y responsabilidad. Si descuidas el presente pones en
riesgo el futuro, debes aprovechar este tiempo con seriedad para que puedas tomar
tus decisiones con valentía y te conduzcan a la plenitud de la vida. Si sabes
cuidar tu presente podrás alcanzar una profesión, encontrar un amor que te
realice en la vida familiar o aquello que Dios tenga preparado para ti. Ahora
bien, si quieres ser una doncella prudente y gozar de la fiesta de la vida es
fundamental que aprendas a:
Escuchar
sabios consejos. Es importante atender a quienes tienen experiencia y
sabiduría. La soberbia nunca conduce a buen puerto; aísla y hace el camino
más difícil. Los sabios son como las estrellas guían siempre hacia los grandes
ideales, la soberbia y la autosuficiencia nunca son buenos consejeros.
Discernir
entre lo que conviene y lo que no. No todos los caminos llevan a un buen
destino. Aprende a elegir bien: amistades que te ayuden a crecer y no te
desvíen del camino de la virtud, recuerda que las malas compañías corrompen las
buenas costumbres, saber elegir qué tipo de fiestas o de eventos te convienen y
cuáles no, hay fiestas que recrean el alma y hay otras que las pervierten,
saber elegir que lees, que ves; el mundo de las redes sociales no siempre
conduce a la sabiduría, muchas de ellas esclavizan y banalizan el alma.
Comprender
que la vida es más hermosa cuando se sirve a los demás. El egoísmo y el
aislamiento nos alejan de la verdadera felicidad. "El que quiera ser
grande que se haga el servidor de todos", nos dice el Evangelio. Abrirse a
los demás enriquece la personalidad, quien solo espera que le sirvan crea
castillos en el aire y su vida se hace infructuosa y pesada.
Respetar los ritmos
de la vida. Como dice el libro del Eclesiastés: "Todo
tiene su tiempo: el tiempo de nacer y el tiempo de morir, el tiempo de sembrar
y el tiempo de cosechar." Vive tu juventud con responsabilidad, sin
precipitarte en experiencias que requieren madurez. Aprovecha este tiempo para
prepararte para el futuro: estudia con determinación, busca la santidad sin
temor y sé una mujer auténtica y respetuosa de la sexualidad. Hay experiencias
en la vida que solo deben vivirse en el marco de un compromiso definitivo. La
sexualidad no es un juego; exige madurez y profundidad espiritual.
Aprender a ver la vida con esperanza. Todo esfuerzo tiene su recompensa; aunque haya momentos de oscuridad, siempre llegarán tiempos de mayor claridad. El gozo no reside solo en la meta, también en el recorrido. La esperanza es el hilo que te da sentido a cada etapa de la vida; sin ella puedes quedar atrapada en tus propios problemas.Quien no tiene esperanza desfacellece en el camino.
Aprender a diseñar un proyecto de vida con sentido. Para ello, es necesario que tengas claridad sobre lo que quieres lograr, lo que implica estudio, formación del carácter y desarrollo espiritual, sin disciplina los proyectos se esfuman y pierden su horizonte. La virtud es clave para alcanzar la felicidad, aunque a veces algunos jóvenes la ven innecesaria.
Aprender a
relacionarte con Dios. Quien camina de la mano con Él no tiene por qué
temer, pues su presencia ilumina incluso los momentos más difíciles.
Cultivar esta relación implica que ores con sinceridad y confíes en su voluntad,
así descubres que Jesús es tú mejor amigo y el maestro que te guía y te desafía a
crecer. Él es quien mejor te comprende, quien acoge tus alegrías y tristezas,
pero también quien te llama a dar lo mejor de ti misma, invitándote a una vida
plena, con sentido y entrega.
Aprender a relacionarte con la Santísima Virgen María. Ella es un modelo de fe, entrega y amor incondicional. María fue una mujer profundamente orante, que vivió en total confianza en Dios y acompañó a su Hijo Jesús en cada momento de su vida, desde su nacimiento hasta la cruz. Como madre, lo educó con ternura y firmeza, enseñándole a confiar plenamente en el Padre. A pesar de las dificultades y el dolor que enfrentó, nunca vaciló en su fidelidad a Dios ni en su misión. La Virgen María es ejemplo de fortaleza, humildad y obediencia, un faro de luz que inspira a vivir con fe y amor. Como modelo de mujer te enseña a cuidar la intimidad y a ser recatada en cada una de las relaciones, a la vez que se convierte en la gran protectora.
En definitiva, aprender
a ser una persona integral que cultiva cada dimensión de la vida de manera
armoniosa. Así como el niño Jesús crecía en edad, sabiduría y gracia, es
importante que no descuidas ningún aspecto del crecimiento personal. No basta
con cultivar solo la belleza física o intelectual; también es esencial
fortalecer la vida espiritual. Ser una persona íntegra significa encontrar
equilibrio entre cuerpo, mente y espíritu, creciendo en virtudes, conocimiento y fe
para alcanzar una vida plena y con propósito.
Nota. Esta homilia está basada en el esquema del blogg del P. Lalo Lara. SDB.pero el contenido es original.
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