Por José Raúl Ramírez Valencia
El profeta, alguien que discierne
La liturgia de la palabra en este domingo nos habla de la importancia de la vocación profética para la iglesia y la sociedad. La primera lectura cuenta como el pueblo de Israel pidió a Dios un profeta y Dios respondió suscitando un profeta. El problema de muchas comunidades es que viven una situación confortable y paquidérmica y no sienten la necesidad de un profeta que los despierte del adormecimiento tanto social como moral. ¿Quién es un profeta? ¿quién agrada o quién va en contravía? El profeta es quien está en continuo discernimiento acerca de lo que Dios quiere para su pueblo, es alguien que con sabiduría interpreta y en no pocas ocasiones interpela la realidad. El profeta escucha a Dios y en su nombre habla.
El discernimiento parte de la capacidad
de reflexión que tiene la persona con sensibilidad espiritual. Vivimos en una sociedad donde muchas personas se comportan a la
deriva y terminan actuando en contra de sí mismas y de los demás como
consecuencia del poco discernimiento. Quién discierne busca lo que le conviene,
no solo lo placentero, quien discierne confronta y al confrontar produce crisis
debido a que la palabra del profeta no suaviza, sino que taladra hasta los
tuétanos el vivir de las personas y la comunidad. El profeta sabe leer en el
hoy con miras al mañana lo que le conviene a cada comunidad. Por
tanto, el profeta es fiel al mensaje y no está tras la búsqueda de consensos,
sino de la verdad. La primera
lectura del libro del Deuteronomio expresa como Dios no solo suscita el
profeta, sino que también pone en su boca sus palabras que quiere que su pueblo
escuche para que no perezca, sino que tenga vida en abundancia.
Quien discierne, se proyecta
La segunda característica del profeta es
su capacidad de mirar hacia adelante, no absolutiza el presente, lo discierne y
se proyecta con esperanza hacia el mañana. Sabe leer en el hoy las fortalezas y
las debilidades y a partir de ellas proyecta su mensaje, el profeta es quien
otea el horizonte con sus vicisitudes con sentido tanto antropológico como teológico.
El ser humano es más porvenir que pasado, aunque también puede estar parado sobre
un presente movedizo que hace que el porvenir sea incierto, cuando examina su
presente le da solidez al porvenir, seremos en un mañana el vivo presente de
nuestras elecciones del ayer.
El apóstol Pablo en la segund alectura dice que quiere ahorrarnos preocupaciones¨. Las preocupaciones tienen su origen en los deseos. El gran literato inglés Chesterton decía en uno de sus ensayos titulado: Ventajas de tener una sola pierna, que “en su opinión se sobrellevan mejor las grandes penas. Lo más agotador son las pequeñas preocupaciones”. La frase también es engañosa, aduce el mismo Chesterton, existen también grandes preocupaciones, pero las pequeñas son las más amargas. El profeta sabe leer con claridad los deseos de cada comunidad. La gran mayoría de los problemas del ser humano provienen de la manera de desear, hay que aprender a disciplinar los deseos, cuantos sufrimientos y problemas provienn de saber disciplinar los deseos. Aristóteles afirmaba: inteligentes deseos, deseos inteligentes.
En cierto sentido el apóstol Pablo
quiere que tanto el soltero como el casado no dividan su corazón en cuanto su
relación con Dios a causa de las preocupaciones de este mundo. Mas
concretamente insiste que la esposa como los hijos no puede ser un
atranque ni un punto de quiebre para el encuentro con Dios, sino una
oportunidad de unión con él. El amor a la esposa o el esposo o a los hijos no debe monopolizar
el corazón del casado. El soltero debe vivir una vida de coherencia hacia Dios
y hacia los demás, no hacia un amor propio egoísta. Hay que evitar esa tipo de teología
donde se afirma que el célibe o la persona virgen o la religiosa o el sacerdote
son más santos que el casado, en ambos estados se encuentra la felicidad y la
santidad. Cuando el casado canaliza sus deseos en bien de la otra persona
alcanza la santidad. El profeta con su discernimiento llama al ordenamiento de los
afectos, pone las preocupaciones en su debido lugar.
El profeta una persona con autoridad y coherencia de vida.
El evangelio nos introduce en la
importancia de la coherencia del profeta. ¿qué significa la coherencia? Pensar,
decir y actuar según sus principios es ser coherente, en este trípode se
fundamenta la coherencia. El profeta que enseña con autoridad es quien es capaz
de valorar lo importante y bueno de la comunidad, denunciar a la vez es quien
es capaz de denunciar el mal que le impide la presencia del Reino de Dios. El
texto dice que cuando le llevaron a Jesús una persona que poseía un espíritu inmundo
le dijo: ¨sal de ahí¨; vaya uno a saber si era un “espíritu” o pudo haber sido alguien
que estaba desorientado en el afecto o en una situación de odio o quizás
alguien que era injusto con los demás. El profeta habla de aquello que es incoherente
y causa el mal a la comunidad. Jesús enseñaba con autoridad. ¿De dónde le venía
a Jesús la autoridad? Sin duda alguna de su discernimiento que provenía del
encuentro con su padre Dios. Jesús con su
palabra no adormecía, sino que ponía a pensar y a cambiar el estilo de vivir.
Pocos profetas, muchos influencers, muchos coach
Vivimos en una época donde hay una ausencia de referentes y de personas que sean capaces de denunciar y de profetizar. Hoy la sociedad no quiere escuchar a los profetas, prefiere mejor excluirlos y acallarlos cuando no ignorarlos o matarlos, prefiere rodearse de coach e influenciers que los entretengan, les eviten confrontaciones y poco los pongan asumir la vida con heroísmo y rectitud. Jesús fue un profeta, confronto a los fariseos y a los saduceos, no busco ser reconocido o aceptado, su centro estaba en el anuncio del Reino de Dios. Hoy se pretende presentar un Jesús tipo influencers, coach o gurú, pero poco un Jesús profeta. El gurú ¿será un profeta?, el coach ¿será un profeta? El profeta tiene que ver con la lectura de la realidad y con la experiencia de Dios, el profeta aunque incomoda suscita un hombre nuevo y una nueva comunidad. Sigamos celebrando nuestra eucaristía, aprendamos de esta liturgia de la palabra la importancia de escuchar al profeta, Amén.
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