sábado, 20 de enero de 2024

HOMILIA TERCER DOMINGO TIEMPO ORDINARIO. CICLO B

                                   Por José Raúl Ramírez Valencia                              

                                   La conversión, un volver a lo esencial, apremia el tiempo.

                                                                          

El momento es apremiante, convertíos porque el reino de Dios está cerca…  

La liturgia de la palabra en este tercer domingo del tiempo ordinario nos habla del sentido de la conversión en un tiempo apremiante. La primera lectura cuenta como Dios envió al profeta Jonás a una ciudad grande a proclamar que durante estos cuarenta días Nínive será arrasada. Los ninivitas escucharon al profeta, comprendieron que el momento era apremiante, que no podían darle largas al cambio de vida, se convirtieron y la ciudad no fue destruida. Cuando se toma el tiempo con responsabilidad se evitan grandes tragedias, cuando se toman decisiones a tiempo se recupera el tiempo perdido. El querer de Dios es la vida y no la destrucción, quien escucha a Dios cuida y recupera la orientación de la vida.

 

El momento apremia.

La segunda lectura del apóstol Pablo enfatiza que el momento es apremiante. El tiempo es breve, apremia, no se puede dejar pasar. Marcel Proust escribió una gran obra titulada en busca del tiempo perdido en la que cuanta como nuestra vida está atravesada por el río del tiempo. ¡Cuántas cosas suceden en un día y en un año! A los ninivitas les dieron cuarenta días de plazo para convertirse y al otro día cambiaron el estilo de vida, tomaron conciencia del presente como oportunidad. ¿Qué pasará mañana? Es una respuesta que inquieta tanto al sabio como al ignorante, con la diferencia que el sabio cuida del presente como si estuviera cuidando del futuro mientras que el ignorante se ancla en el presente sin ningún atisbo de futuro; no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy. El pasado no nos pertenece, el mañana es incierto, no sabemos si es nuestro; la vida pasa y el tiempo no se detiene, algunos como dice el filósofo Julián Marías, al quejarse de no tener tiempo para nada, descubren luego que, más bien, es que no tienen nada para el tiempo”. El Reino de Dios ha entrado en nuestro tiempo, está en medio de nosotros; no absoluticemos lo provisional, hagamos de la representación del momento una posibilidad para la eternidad. Tema al señor que pasa y quien sabe si volverá a pasar, decía San Agustín.

Las realidades son relativas y son una oportunidad para abrirnos a lo trascedente. “El que tiene mujer viva como si no la tuviera”, es decir, su esposa es una ocasión, no para la provisionalidad, sino para la eternidad, exige suma responsabilidad con ella; “el que tiene dinero como si no lo tuviera”, es decir, el dinero es una ocasión para libertad y la solidaridad más no para la avaricia, ni el apego desordenado. Más aún, en el contexto de la pandemia creíamos que las realidades eran absolutas, que lo único que teníamos que hacer era trabajar y acrecentar la economía y caímos en la cuenta de que lo primero era la vida, la salud y la familia. La pandemia nos puso a pensar en lo fundamental: la salud, el cuidado de nosotros, de los otros y de la casa común. Hay que volver a lo fundamental: darle sentido a la vida.

 

La conversión: un volver a lo esencial

El evangelio de una manera clara está invitando a la conversión que en suma es una invitación a volver a lo esencial y significativo de la vida, el Reino de Dios está cerca y hay que orientarnos hacia la justicia, la verdad, el bien y amor, no nos podemos distraer en lo efímero de la vida.

En algunos ambientes se concibe la conversión como una realidad de tristeza que implica un volver hacia atrás cuando la conversión es un recuperar el tiempo perdido como camino de libertad. Sentirnos salvados es recuperar lo esencial de lo que somos y queremos, por tanto, la conversión no es un retroceder, sino un recuperar el camino de crecimiento en la libertad.

 

Pescadores de lo humano

El evangelio nos pone a mirar hacia delante, convertirnos es volver a lo esencial de lo que somos como personas para caminar en un horizonte nuevo. En el texto del Evangelio Jesús llama a unos discípulos para que sean pescadores de hombres, los pone a mirar hacia adelante, les cambia la mirada y su accionar, comienzan un proyecto nuevo, una nueva manera de situarse en la vida, de ser y de amar, otra manera de ubicarse en el tiempo y en el espacio. ¨Los haré pescadores de hombres¨, observemos la expresión:  ¨pescadores de hombres¨, su faena era pescar, pero Jesús los invita a trabajar más por lo humano, si volvemos a lo apremiante; caemos en la cuenta de que lo que nos apremia es lo humano, convertirnos es humanizarnos. Dios no está encartado con lo humano, el meollo de la conversión está en la salvación de lo humano, Jesús llama a sus discípulos para que trabajen por el sentido de lo humano, “la gloria de Dios es que el hombre viva y la gloria del hombre es la vida de Dios”, decía San Ireneo. No es lo mismo seguir siendo pescadores sin contacto con lo humano-divino que seguir siendo pescadores después de haber encontrado el sentido de lo humano-divino. Sigamos celebrando nuestra eucaristía, miremos hacia adelante, démosle gracias a Dios por este mensaje de conversión que nos lanza a dar un paso hacia adelante, el momento es apremiante. Amén.

 

ANEXOS

La vida es breve, hay que darle salida a lo eterno. Participación de las realidades del mundo, pero con desprendimiento interior, sin apego, ni indiferencia, tampoco con imperturbabilidad como los estoicos, ni tampoco con furor consumista como los epicúreos.  El más allá no significa evasión, sino compromiso desapegado con las realidades terrenas.  


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