Cuaresma: un desierto hacia la libertad
Por P. José Raúl Ramírez Valencia.
De la austeridad a la reflexión.
El tiempo de cuaresma es un tiempo de gracia y una oportunidad que Dios nos ofrece para la reflexión. La sobriedad y el silencio del ambiente litúrgico, reflejados en la decoración austera nos invita a la introspección El color morado de los ornamentos y la ausencia de las flores simbolizan está actitud de recomiendo. En algunos monasterios, incluso, las imágenes de los santos se cubren con telas moradas, propiciando un ambiente de interiorización. Así la cuaresma se convierte en un verdadero itinerario hacia la intimidad espiritual y la transformación personal.
El desierto: un camino
El Evangelio de San Lucas nos habla de las
tentaciones de Jesús, pero antes nos dice que el Espíritu lo condujo al
desierto. En ese lugar, el ser humano se enfrenta a lo esencial, mientras que
todo lo superfluo se desvanece. Lo único que permanece es la relación entre
Dios y cada uno de nosotros: si el desierto representa desamparo, la presencia
de Dios es amparo; si el silencio del desierto genera inseguridad, la Palabra
de Dios es fuente de certeza.
El desierto no es solo un espacio geográfico,
sino también un estado interior que refleja una actitud profunda del ser.
Durante este tiempo de prueba, Jesús pasó cuarenta días y cuarenta noches en
ayuno, preparándose y disponiéndose para afrontar su pasión, muerte y
resurrección.
La tentación: un sueño engañoso
Aparece aquí el concepto de tentación. ¿Qué es realmente la tentación? Se presenta
como un deseo atractivo, aunque en el fondo es dañino. Es un espejismo engañoso
que, en lugar de conducir a la felicidad y la plenitud, termina llevando al ser
humano a la división.
El problema no radica en la tentación en sí,
sino en la falta de discernimiento frente a ella. Si el mal estuviera en ser
tentado, Jesús mismo habría sido malo al experimentar la tentación. Sin
embargo, el verdadero peligro está en no reconocerla y afrontarla con claridad.
El Evangelio menciona al diablo, el espíritu del mal, aquel que divide, pone
obstáculos y busca hacer caer. Su propósito es separar al ser humano de Dios,
desviar su camino y frustrar el proyecto divino para su vida.
La tentación del consumismo y el inmediatismo
Empecemos por analizar estas tres tentaciones.
En la primera, el espíritu del mal le dice a Jesús: “Si eres Hijo de Dios,
di que estas piedras se conviertan en pan.” Esta es la tentación de reducir
la vida al consumismo y la materialidad. Pensemos en un padre de familia que
solo provee comida y bienes materiales a su hijo: ¿logrará este niño
desarrollar plenamente su personalidad? O consideremos un plan de desarrollo
territorial para un municipio o una empresa que se enfoque únicamente en el
trabajo y el bienestar económico: ¿podrá el ser humano alcanzar su plenitud
solo a través del consumismo? El ser humano necesita del espíritu y de los
valores que lo hacen crecer en su totalidad. Más aun, una relación entre un
hombre y una mujer basada únicamente en lo material o lo sexual, ¿puede
alcanzar la plenitud? Sin amor, carecería de su verdadera esencia. El ser
humano es, ante todo, un ser espiritual.
Esta tentación también revela otra realidad: el
inmediatismo, el deseo de obtenerlo todo de manera instantánea, casi por arte
de magia. Si las piedras se convirtieran en pan sin esfuerzo, ¿dónde quedarían
el trabajo, la creatividad y el ingenio? El inmediatismo lleva al ser humano a
evitar los procesos, a buscar resultados sin aprendizaje, impidiendo su
verdadero desarrollo. Sin esfuerzo, no hay crecimiento; sin paciencia, no hay
madurez.
La tentación del poder
La segunda es la tentación del poder. El
espíritu del mal llevó a Jesús a lo alto, le mostró todos los reinos y le dijo:
"Todo esto será tuyo si te arrodillas ante mí." El poder,
tristemente, suele estar ligado a la posesión. Quien tiene, domina; y quien
domina, impone sus condiciones. Esta es la problemática entre economía y
política: parece que la economía se ha convertido en el eje que subordina todo
a su propio desarrollo, generando desigualdad y sometimiento. Por ello, el Papa
Francisco, en Fratelli Tutti, aboga por una relación de autonomía entre
política y economía.
El poder no debe ser un instrumento de dominio,
sino de servicio. Como bien señala el Papa Francisco, el poder mal ejercido
conlleva abusos de conciencia y manipulación de las acciones. No se trata solo
de las grandes esferas del poder; en lo cotidiano también podemos volvernos
autoritarios. El machismo, la imposición de ideas y el uso del otro para
nuestros propios intereses son formas de dominio. Ante la tentación del poder,
la respuesta está en servir.
La tentación del espectáculo
La tercera tentación. El espíritu del mal llevó
a Jesús al alero del templo y le dijo: “Tírate porque los ángeles te
sostendrán.” Es la tentación del espectáculo, del afán por llamar la
atención y deslumbrar. Vivimos en una sociedad donde el entretenimiento se ha
convertido en el centro de todo. A medida que crece la cultura del espectáculo,
disminuye la capacidad de reflexión y conciencia sobre nuestra realidad. Es la
lógica del pan y circo: cuanto más nos distraemos, menos nos
confrontamos con nosotros mismos y con los problemas esenciales de la vida. ¿
no será que el entretenimiento nos desvía de las cuestiones más profundas de la
vida?
Estas tres tentaciones están profundamente
entrelazadas: la del espectáculo nos hace caer en el narcisismo y el egoísmo;
la del poder nos lleva a utilizar a los demás para nuestros propios fines; y la
del consumismo reduce todo a lo material. Frente a estas trampas, la verdadera
respuesta está en el discernimiento y en la búsqueda de lo esencial.
Frente a estas tres tentaciones, tres
respuestas fundamentales: ante la primera, la espiritualidad; ante la segunda,
el servicio; y ante la tercera, la humildad.
Sigamos celebrando nuestra Eucaristía y recordemos
que el problema no está en la tentación en sí, sino en la falta de
discernimiento frente a ella. La tentación se disfraza de un sueño atractivo,
pero en realidad es un engaño.
Amén.
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